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Opiniones

Don Hipólito Mejía

Raul Mejía Santos
Raul Mejía Santos

Por Raúl Mejía Santos Hipólito Mejía es un personaje. Sus seguidores lo veneran y sin lugar a dudas el expresidente es un peso pesado de la política criolla, habiendo dirigido los destinos del país un cuatrienio. Aspira a gobernar de nuevo y se ha enfrascado en una carrera proselitista dentro de su colectividad, liderando un sector con viejos abanderados del maltrecho PPH, o Proyecto Presidencial Hipólito.

Rememorar aquellos tiempos es tarea dolorosa. Sus cuatro años en la jefatura del estado dominicano dejó un mal sabor, que pocos desean repetir en la vida nacional. Al igual que a Leonel Fernández en 1996, Joaquín Balaguer le allanó el camino hacia el Palacio Nacional, cuando de forma coloquial insinuó que su respaldo en una posible segunda vuelta electoral sería para Hipólito.

En aquel entonces el hoy presidente de la República Dominicana, Danilo Medina, declinó un segundo certamen, garantizando que Hipólito se pondría la “ñoña” el 16 de agosto. Muchos interpretaron esto como un gesto patriótico, un acto desprendido de Danilo.

La realidad fue que la ingratitud del PLD hacia el reformismo enemistó a los viejos aliados del afamado Frente Patriótico.  Con Peña Gómez y sus raíces dominico-haitianas fuera del panorama electoral resultaba cómodo tranzar con los viejos opositores perredeistas, Hipólito se convirtió en el cuarto presidente que salía de las filas del PRD. Rápido expuso su estilo chabacano y poco prudente.

Los periodistas que le seguían el rastro fueron los primeros en evidenciar sus expresiones soeces y maltrato, características innatas de su personalidad pueblerina. Nunca antes se vio esa actitud de un primer mandatario. Fue costumbre, como también se hizo cotidiano detener a miembros de la prensa por simplemente criticar las ejecutorias del gobierno.

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El periodista presenció cómo equipos y empleados de los Ministerios de Obras Públicas y Medio Ambiente desempeñaban labores de construcción a plena luz del día, en lo que resultó ser un palacete veraniego en medio de la foresta dominicana. Fue detenido varias horas para luego ser liberado sin radicársele acusación alguna.

Esa fue la norma durante el gobierno del presidente Mejía, la confrontación con la prensa nacional fue diaria y se convirtió en una rutina de mal gusto. La quiebra de la banca nacional fue otro episodio bochornoso, aunque el colapso se debió a prácticas iniciadas previo a la llegada de Hipólito al poder.

El conocido amañador Pedro Julio Goyco Guerrero, apodado Pepe, se vio envuelto en el escándalo. Como jefe militar de la avanzada presidencial, cargó millones a la tarjeta expedida por el Baninter para uso del mandatario. Ramón Báez Figueroa, el principito criollo, descendiente del caudillo y traidor Buenaventura Báez, desfalcó el banco con ayuda de distintos sectores de la vida nacional, incluyendo los partidos políticos.

A la larga, el Banco Central se encargó de asumir la carga del desfalco con fondos públicos y empréstitos internacionales, comprometiendo la solvencia del estado para solapar el robo más grande en la historia republicana del país y desatando la peor crisis inflacionaria en los últimos tiempos.

Con tal bagaje, Don Hipólito quiere tomar las riendas de nuevo y someternos a otra ronda de insultos y arbitrariedades. No podemos reírle las gracias nunca más.