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Opiniones

Héctor Valdez, inyecta más dólares

POR JOHNNY SANCHEZ CPA

Por Johnny Sanchez 

A raíz de los escándalos de corrupción pública a cuya exhibición impúdica estamos sometidos los dominicanos, que no salimos de nuestro asombro, han aparecido ciertas voces oportunistas e interesadas, que se lanzan sobre todo dominicano que depositó fondos en el extranjero. Las cuentas offshore y en paraísos para esconderlo del DGII, IRS y cualquier investigación fiscal.

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Son santos los que abren cuentas, o tienen bienes fuera de RD.
No se trata de hacer ningún tipo de juicio moral, ni intentar justificar lo que en algunos casos resulta injustificable.
Pero sí de aclarar algunos puntos y tratar de ir a las causas.
Nuestro país padece una inseguridad endémica desde hace muchos años, con un deterioro creciente de nuestro papel moneda a niveles increíbles.
La necesidad de buscar refugios de valor para preservar los ahorros se impuso rápidamente, y así se adquirieron inmuebles, automotores y otros bienes. La divisa extranjera, en especial el dólar estadounidense, fue la preferida de los grandes y los pequeños ahorristas por múltiples razones, entre ellas su practicidad y su cotización relativamente estable.
Mientras nuestros bancos aceptaron los depósitos en dólares, los dominicanos confiaron y percibieron una modesta renta por estos depósitos, pero a partir del control y reporte a oficinas tributarias mundiales, cundió el pánico, y fueron convertidas a moneda nacional el 50%, al absurdo cambio oficial
El público cobraba el sueldo y sus honorarios y partía al banco, primero a adquirir los pocos dólares que les autorizaban vía formulario bancario y luego al mercado informal a proveerse del resto. Se trataba de defender el sueldo.
Las cajas fuertes o de seguridad de los bancos son caras, y reportan al DGII, quien la abrió, el colchón es inseguro, no hay alternativas serias para el ahorro en divisas, la inflación crece, de donde comienza la migración de fondos al exterior a cualquier lugar que fuese, lejos de la galopante inseguridad de RD.
Y no debe creerse, como se suele imputar, que la intención era siempre burlar el impuesto a la ganancias, pues muchas veces no había “ganancia” alguna sino simple expresión de un capital en moneda dura.
Podría burlarse el impuesto al patrimonio, en el caso de bienes en el exterior no declarados, pero no cuando aquellos fondos estaban declarados ante la DGII.
Lo cierto es que el principal objetivo de la llamada “fuga de capitales” ha sido siempre la defensa del valor de los activos.
No debe olvidarse, como equivocadamente proclaman algunas voces, que no es ilegal tener dinero en el exterior; lo ilegal es la evasión de quien no lo declara, pero es tan evasor el que se refugia en el dólar billete y lo guarda en el colchón sin declararlo como aquel que lo deposita en el exterior.
Ambos fueron expulsados por una política monetaria recurrente que no defendió el valor de la moneda y confiscó los bienes a los dominicanos, pauperizando a los más necesitados.
El principal objetivo de aquéllos no fue la evasión del impuesto al patrimonio -tampoco se trató, en su mayoría, de fondos de la corrupción, sino pura y simple defensa del valor del capital frente a una moneda depreciada y despreciada en el mundo, donde ninguna casa de cambios extranjera la acepta. El peso dominicano.
No es ésta una defensa del evasor, sino una denuncia frente a la hipocresía de quienes tildan de delincuentes a quienes resguardaron sus activos en el exterior mientras ellos escondían sus reservas de dólares bajo el colchón.
Hay que luchar para devolverle el valor al peso y recuperar la inversión interna decente, no las lavadoras en autos, pent-house y negocios a lo que nos tiene acostumbrado el narco y el evasor.
Esto se logrará, con blanqueo o sin él, mediante la expansión de nuestra economía y la preocupación por los verdaderos problemas nacionales, el mayor de los cuales es la necesidad de recuperar la confianza en la RD con justicia, policía y otros entes más diáfanos y transparentes.
La crisis que padecemos desde hace décadas es inevitable y propia de un Estado enorme e ineficiente, que está donde no debería y no está donde sí debería estar.
No se trata de un gobierno en particular, sino del sistema estatista, corporativo e intervencionista inmanejable, que no puede resolver los problemas, con el agravante que nos quita a los ciudadanos derechos y autonomía para hacerlo por nuestra propia cuenta.
Debemos entender que este sistema está agotado y ha sido hasta hoy una máquina de generar pobres y vulnerables.
Se torna imperativo cambiarlo para empezar a vivir en democracia y libertad