Por Jose Miguel Alvarez
En lo que conocemos como “diáspora dominicana” del sur de la Florida, muy específicamente por los lados de la ciudad de Miami, donde me tocó movilizarme por mas de dos décadas, todavía encontramos paisanos cantando la misma bachatica, el mismo merenguito y comiendo la misma friturita. Dan la impresión de que el tiempo se ha detenido, que no se ha globalizado, que el internet no existe, que Facebook y otros avances de la tegnología moderna sigue siendo un tabú para ellos.
La impresión que reflejan sus acciones son las de que todavía siguen utilizando los moldes de hacer hielo y dándole vueltas a un botón para ajustar la tempreatura de su rerfigerador.
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Hace mas de veinte años, cualquiera recorría el sector de mayor concentración de negocios de propiedad dominicana y lograba convencer a algunos para que les patrocinara algún invento radial o escrito. En lo particular, agradezco a Dios el haberme dado la oportunidad de salir de ese círculo, en el que se colaba mucha emoción y mucha ignorancia.
Muchos se enganchaban a periodistas, locutores, productores y hasta empresarios artísticos. Se escribía por encargo, por rencor, para sentirse popular, para lanzar sátiras. No había una motivación pura a la hora de reproducir una noticia o producir un disparate con título de noticia. No había un interés generalizado de informar. Se hacía radio, periódico, festivales, revistas comerciales, como una forma de “atrapar el peso”. Se vendía anuncios por un plato de comida.
Veo desde lejos que quedan algunos vestigios de ese mal. Se escriben notas sin tener en cuenta el objetivo principal que es informar. No se sientan a pensar ¿qué persigo con esta nota? ¿en qué beneficia al lector mi nota? ¿es de interés colectivo? ¿cómo afecta a la comunidad el caso sobre el cual escribo? ¿cómo hago para lograr que mi escrito no parezca un ataque a una persona en particular? y una serie de preguntas más que forman parte de lo que es la ética del periodismo serio y responable.
