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Opiniones

“EL GENERAL PUPO ROMAN”

Raul Mejía Santos
Raul Mejía Santos

Por Raúl Mejía Santos

El ajusticiamiento de Trujillo, a manos de un grupo confabulado en su contra, sin lugar a dudas decapitó el régimen dictatorial más sanguinario de toda América. Llamarles héroes es hacerle justicia a ese puñado de dominicanos que se embadurnaron de valor y coraje para concluir uno de los episodios más tristes de nuestra historia, la dictadura del “Jefe”.

Cada cual tuvo sus motivaciones para interesarse en la trama que les llevó a casarse con la gloria, convirtiéndose en inmortales nacionales.

Algunos habían sido estrechos colaboradores del mal llamado “Benefactor de la Patria” y habían sido útil a Trujillo en determinados momentos del régimen, que se mantuvo treinta años. El caso de Pupo Román nos viene a la memoria.

El General José René Román Fernández fungía entonces como Secretario de las Fuerzas Armadas y era pariente del dictador. Había contraído nupcias con una de sus sobrinas, Mireya García Trujillo. A pesar de los estrechos lazos familiares entre ellos, el Generalísimo no perdía oportunidad para humillarle incluso en eventos sociales, frente a todos eran frecuentes las vejaciones del “Jefe” hacia Pupo.

El General Román Fernández era objeto de la burla desmedida de Trujillo, o sus allegados, y nunca le dispensaron el trato y consideración que ameritaban la envergadura de su cargo al mando de los cuerpos castrenses, situación que lo llevó a involucrarse en la conjura que cobró la vida del tirano.
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Luego de los heroicos eventos del 30 de mayo de 1961, su esposa Mireya entendió que Pupo debió estar en la conjura desde un principio, convirtiéndose en la persona más cercana al dictador con planes de tumbarlo del poder. Recordó un exabrupto personificado por su marido en la intimidad de su hogar, al conocerse la trágica muerte de las hermanas Mirabal a manos de los esbirros del Servicio de Inteligencia Militar.

El General enfureció, expresando en privado su objeción a que “mataran mujeres” Su amistad y compadrazgo con Luis Amiama Tió lo colocó en los designios del destino, obrando como protagonista del drama que se desataría la noche que cayó abatido “Chapita”.

Como militar de mayor rango después del sátrapa, el General Román Fernández tendría la tarea de acuartelar las tropas y tomar control del Palacio Nacional, asestándole la estocada final a la dictadura. Solo puso una condición: ver el cadáver antes de actuar.

En sus manos recaía la más delicada tarea en toda la operación. Tendría que simularle a la familia que obraba de forma espontanea sin conocimiento previo de los planes para asesinar al Generalísimo, neutralizar al doctor Balaguer, a la sazón Presidente títere, e iniciar la transición hacia la democracia anhelada por una generación de dominicanos que solo conocían la barbarie de la dictadura.

Al menos esos fueron los planes, los acontecimientos tomaron un rumbo inesperado por quienes habían participado en el complot. Cuando fueron a mostrar al muerto el General no apareció.

Al cabo de estos hechos es que lo tildan de cobarde, traicionó a quienes confiaron en él. Pupo no fue oportuno, no aprovechó el momento. Fue asesinado una vez destapada su participación en la conjura. Imaginen un giro diferente a los hechos plasmados; imaginen un General sin retroceder, mantenerse firme con quienes se dieron a la tarea de librar la patria en manos del canalla; imaginen al General no esconderse, tomar las riendas y encaminarnos hacia la libertad, la democracia y el progreso. Otro fuera nuestro cantar como pueblo dominicano.