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Opiniones

Una estafa llamada PLD

Raul Mejía Santos
Raúl Mejía Santos

Por Raúl Mejía Santos

La mentira y el cinismo en el ejercicio público se han convertido en algo normal, distinto a prácticas propias de generaciones pasadas en la República Dominicana.

La ética y la moral son secundarias y viven ocultas en las entrañas del poder político y económico que ejercen quienes gobiernan por más de una década, la pandilla del PLD.

Aunque las divisiones políticas en los tiempos de Bosch, Balaguer y Peña Gómez era profundas y antagonizaban distintos sectores sociales, siempre hubo deferencia y voluntad para favorecer lo que se interpretó como la defensa de intereses nacionales. Existían rivalidades políticas, eran opositores sin tregua, pero hubo dignidad y respeto entre estas parcelas de la vida nacional del siglo pasado.

Al caer la dictadura trujillista, tanto el conservadurismo como el sector liberal dominicano se fraguaron en una lucha tenaz para imponer su voluntad y dirigir los destinos del estado. Eran tiempos difíciles; tiempos de grandes cambios sociales que trajeron consigo el primer intento de democratizar al pueblo, después de una revuelta revolucionaria y una invasión militar extranjera que vio mancillada la soberanía nacional.

Así las cosas, nace el PLD en 1973. Hijo que parió Bosch cuando se apartó del histórico Partido Revolucionario Dominicano, luego de enemistarse con la facción liderada por el populista Peña Gómez, la nueva colectividad tendría corte izquierdista en plena Guerra Fría.

Su propósito fue avanzar la lucha nacional de los segmentos sociales desfavorecidos y marginados por los grupos de poder, trazando políticas a fin con la corriente marxista de la época.
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Bosch tuvo buenas intenciones y la frugalidad de sus acciones y estilo de vida le hizo entender a un pueblo que sus allegados harían lo mismo, que asumirían la dirección del estado siguiendo los lineamientos del profesor.

Hoy vemos que la historia ha sido otra, el PLD se ha convertido en una empresa mafiosa, protagonista de los escándalos de corrupción más vergonzosos en los últimos tiempos.

Todo fue un montaje, una estafa para concretar las aspiraciones de gobernar y enriquecer las arcas personales de los jerarcas que dirigen esa organización de poco bagaje moral. Es una agrupación de bandidos, una vergüenza nacional.

Perdieron la credibilidad que cosechó su ilustre fundador, quien destacó su paso por la literatura de América. Como poeta y escritor fue una luminaria, pero como pedagogo impartiendo docencia se quedó corto. No supo inculcar bien la lección a quienes legó su intachable imagen de años de lucha y esfuerzos para liberar al pueblo de los embates del dictador.

Aquellos que le llamaron maestro han saqueado de forma impresionante el erario. Los sobornos y las sobreevaluaciones en las contratas gubernamentales ha sido el modus operandi de la mafia que habita el Palacio Nacional. Con ella compraron la reelección y montaron la zapata para la farsa que vivimos como país.

El mollero de sus esbirros es el billete, así logran posicionarse en ventaja sobre los demás sectores políticos y compran conciencia ajena en tiempos electorales. Quienes proyectaron seriedad y plomo en el ejercicio público hoy nos tienen nadando en el fango de la corrupción y la impunidad.

Peor aún, asumen actitudes soberbias desde el estado para ignorar la voluntad popular que valientemente expresa su insatisfacción con el rumbo que ha tomado la nación dominicana. Las cosas se dicen como son, la estafa más grande ha sido confiar en el PLD.