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Opiniones

Trujillo aún vive

Prof. Raúl Mejía Santos, MA, es dominicano y reside en Puerto Rico
Prof. Raúl Mejía Santos, MA, es dominicano y reside en Puerto Rico

Raul Mejia Santos

Tomar en cuenta la tradición política autoritaria en República Dominicana no es solo remontarnos a la dictadura de Trujillo, sino ubicarnos en tiempos actuales. Aunque sus entrañas adornaron la vía hacia San Cristóbal en mayo de 1961, las prácticas y estilo del dictador aún marcan la forma de gobernar.

El clientelismo, la burda adulación hacia el poder que representa el Palacio, la corrupción e impunidad son males que aquejan el país. Trujillo y Danilo son el mismo. El estado moderno dominicano surgió con El Jefe.

Las estructuras políticas, militares e industriales tomaron forma durante su reinado y moldearon una corroída identidad nacional leal a su figura. El aparato represivo fue eficiente, coartando las libertades del pueblo y mangoneando la oligarquía poderosa para garantizar su estancia en el poder.

El desmedido culto hacia el hombre fuerte y sus allegados lo propiciaron intelectuales de la época, quienes fueron servil al régimen a cambio de favores, además de congraciarse con la familia Trujillo. Así como ocurrió en la Alemania Nazi, la dictadura se prolongó por la efectiva difusión de propaganda alusiva al dictador y su entorno.

La violencia del estado, en cualquiera de sus modalidades, fue el arma letal empleada contra adversarios, o contra quienes representaban un estorbo a los fines dementes del colectivo social, desatado por el liderato político del partido oficialista.

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La desarticulación de los grupos de oposición es su mayor ventaja, logrando gobernar con escasas críticas o fiscalización de sus ejecutorias. Danilo Medina y el partido de gobierno, dirigido tras bastidores por personeros leales a sus ambiciones, como bien quedó evidenciado con el tema de la reelección, se tragaron a los partidos opositores con capacidad de enfrentárseles en el ciclo electoral pasado.

A lo interno del Partido de la Liberación Dominicana la historia no es distinta. El expresidente Leonel Fernández es su adversario, pero su liderazgo ha mermado. Preside el partido, aunque está sujeto a las imposiciones del gobernante que controla el Comité Político y comanda la lealtad de los viejos robles de la organización.

Hacer alarde de un supuesto gobierno compartido para avanzar la democracia dominicana fue el manto que cubrió el desdichado pacto coronando sus aspiraciones de mantenerse en el poder, sin tomar en cuenta las implicaciones sociales e históricas que esto conllevaría. Gobernar sin espacio para la oposición da paso al peor de los escenarios, allana el camino hacia el totalitarismo en un país con poca vocación democrática y carente de voluntad para respetar o proteger libertades ciudadanas.

Las estructuras del estado y sectores de poder dependen de su voluntad antojadiza, con tal de ser favorecidos con jugosas partidas del presupuesto nacional y solapar las constantes irregularidades que se registran en las instituciones públicas.

El mandatario auspicia la corrupción en todos los estamentos del estado, sin que haya consecuencia alguna o tan siquiera se fijen responsabilidades. La dictadura moderna impuesta por un partido y su padrino político, simulando un régimen apegado a los postulados republicanos y buena gobernanza, aparenta ser la norma en nuestros tiempos. Danilo es el Trujillo moderno, el hombre fuerte del régimen que figura eterno en el poder.

Sus estilos son paralelos, similares en muchos sentidos. Trujillo aún vive en la figura de Danilo Medina.