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La lista negra de terrorismo, otra traba en las negociaciones EE UU- Cuba

Raul Castro mandatario cubano y Barack Obama presidente de EEUU
Raul Castro mandatario cubano y Barack Obama presidente de EEUU

Estados Unidos quiere que la segunda ronda de conversaciones bilaterales con Cuba que se celebra este viernes en Washington se centre en los pasos concretos necesarios para reabrir sendas embajadas “lo antes posible”. Pero La Habana llega a la capital estadounidense con sus propias prioridades, lo que podría suponer un nuevo obstáculo en el camino ya por sí complicado de restablecer unas relaciones interrumpidas durante más de 50 años.

Para Cuba, resulta primordial salir de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado en la que figura desde 1982 y que completan Siria, Irán y Sudán.

Un hecho “injustificable”, en palabras del presidente Raúl Castro, por lo que La Habana acude a Washington esperando “recibir respuestas” sobre este asunto, según ha adelantado el número dos de la delegación cubana, Gustavo Machín.

Pero estas podrían ser escasas, porque el caso está aún en proceso de “revisión”, replica Washington, que subraya además que se trata de procesos “separados”.

“Sería muy fácil restablecer relaciones diplomáticas si (los cubanos) no vincularan las dos cosas. Esto es una especie de retraso fabricado por ellos”, advirtió una alta fuente del Departamento de Estado en vísperas de la cita.

La misión negociadora cubana estará encabezada una vez más por Josefina Vidal, directora general del departamento dedicado a EE UU del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba. Frente a ella se sentará la máxima responsable para América Latina del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, quien también dirigió la primera ronda de conversaciones, el 22 de enero en La Habana. Las negociaciones tendrán lugar a puerta cerrada en el Departamento de Estado en Washington y se espera duren unas seis horas.

El Gobierno cubano ha rechazado en incontables ocasiones las justificaciones de Washington para mantener a la isla en la lista, a la que entró al ser considerada un “lugar seguro para miembros de ETA y de las FARC”. También se acusa a La Habana de proporcionar refugio a fugitivos reclamados por EE UU.

Hace un año, con la llegada de John Kerry al frente de la diplomacia estadounidense, se llegó a dar por inminente la salida de Cuba de la lista donde muchos analistas coinciden no debe estar. “La presencia de Cuba en la lista quita credibilidad a un instrumento útil de política exterior estadounidense para nombrar a reales patrocinadores del terrorismo como Irán y Siria, y coordinar políticas contra ellos con los aliados y la comunidad internacional en general”, sostiene el politólogo cubano residente en EE UU Arturo López-Levy.

Pero ahí sigue, y el tema continúa generando tensiones aun después del anuncio de normalización de relaciones que el 17 de diciembre dio un giro radical a la política bilateral del último medio siglo.

Para Cuba, salir de la lista es una cuestión tanto simbólica -“que en política tiene importantes consecuencias intangibles”, recuerda López-Levy-, como práctica.

Porque estar considerado país patrocinador del terrorismo implica una larga serie de sanciones. Como el bloqueo a cualquier intento de Cuba de obtener préstamos de instituciones financieras como el Banco Mundial.

Por su ubicación y apoyos regionales, Cuba debería privilegiar el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero para ello tendría que volver a la Organización de Estados Americanos (OEA). Lo que significaría a su vez ratificar la Carta Democrática Interamericana, algo a lo que no parece dispuesta La Habana. Visto lo cual, el BM parecería una opción más llevadera, pero EE UU tiene esa llave.

Ser eliminada de la lista también ayudaría a que Cuba vuelva a encontrar un banco dispuesto a gestionar las cuentas de su legación en EE UU, una cuestión que ha causado numerosas trabas diplomáticas desde hace ya más de un año.
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A partir de ahí, la lista de potenciales beneficios es larga, dado que se “eliminaría la principal lógica de seguridad para el embargo contra Cuba”, señala López-Levy.

Según el politólogo, tener a Cuba fuera de la lista negra también podría dar un “mayor espacio para la negociación” en temas bilaterales espinosos como la base naval de Guantánamo o la renovación del acuerdo de extradición de 1904 que dejó de funcionar con la llegada de Fidel Castro al poder. Esto a su vez podría ayudar a resolver la cuestión de los fugitivos reclamados por EE UU, otro de los motivos por los que Cuba figura en la lista negra, tal como recuerdan los que se oponen a la normalización de relaciones con la isla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tomado de El Pais