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Con un discurso pausado pero combativo, Biden intenta proyectar desde el Congreso el futuro postpandemia

Histórica imagen. Vicepresidenta Kamala Harris y la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelocy flanquean al presidente Joe Biden

Este primer discurso de un nuevo presidente ante sesión bicameral del Congreso se produjo mucho más tarde de lo que suele realizarse, algo que parece “normal” considerando que son tiempos alterados por culpa de la pandemia del coronavirus. Fue un tiempo que aprovechó Joe Biden para presentarse ante los congresistas con una lista de “logros” de los primeros 100 días de gobierno.

El discurso de Joe Biden fue ante el Congreso, pero su mensaje, por supuesto, fue para la opinión pública.

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Por eso, además de enfatizar en lo realizado, el presidente aprovechó la ocasión para tratar de proyectar un futuro postpandémico, donde el debate no esté ya centrado en las angustias urgentes de la salud pública, sino en unos ambiciosos planes sociales o de infraestructura que cuentan de entrada con la feroz oposición del Partido Republicano.

Tras destacar que era la primera vez que un presidente podía saludar a la “señora presidenta (de la Cámara de Representantes) y a la señora vicepresidenta”, Biden empezó a desgranar su mensaje en alrededor de una hora con un tono pausado, que sin embargo llevó algunos dardos políticos cargados.

“Puedo reportar a la nación: EEUU está de nuevo en movimiento. Convirtiendo el peligro en posibilidad. Crisis en oportunidad. Golpes en fuerza” dijo un Biden triunfalista al inicio de sus palabras haciendo énfasis en que todo eso se logró en 100 días de su gestión.

La peor pandemia en un siglo, la peor crisis económica desde la Gran Depresión y el peor ataque contra la democracia desde la Guerra Civil (el asalto al Capitolio del 6 de enero) superados para demostrar, dijo el presidente, que “la democracia todavía funciona”.

“Hace 100 días EEUU estaba en llamas, pero el país se está levantando de nuevo”: Biden en su discurso ante el Congreso

Biden dijo en un momento que no quería ser “confrontacional”, cuando sugirió que más republicanos debían unirse a los demócratas para aprobar controles a la tenencia de armas, uno de los temas más divisivos de la política estadounidense.

Sin embargo, a lo largo de su mensaje el presidente dijo cosas que con seguridad deben haber al menos incomodado a muchos en la bancada republicana. Por momentos el tono pudo haber sonado demasiado sindicalista o, peor, ‘socialista’ a oídos de algunos conservadores.

Como cuando aseguró que “Wall Street no construyó a EEUU”, sino los sindicatos y las clases medias; o cuando recordó que en el pasado se había “derrotado” a la Asociación Nacional del Rifle, la organización que defiende la Segunda Enmienda de la Constitución que consagra a los estadounidenses el derecho a portar armas.

O peor aún, cuando dijo: “Mis compatriotas estadounidenses, la economía de cascada nunca ha funcionado”, haciendo referencia esa tesis del ‘trickle-down economics’ que defienden desde hace décadas los conservadores y que sostiene que los beneficios que reciben las clases acomodadas redundan en mejoras para los menos privilegiados, porque el consumo de los ricos activaría la economía generando trabajos y riqueza para la sociedad en su conjunto.

Es el argumento que se presenta cada vez que se plantean recortes de impuestos que benefician mayormente a corporaciones y grandes contribuyentes, como la que se hizo bajo el gobierno de Donald Trump en 2017. Esa, aseguró Biden, tampoco produjo el efecto que se decía que iba a generar.

Biden tocó todos los temas que los progresistas defienden: desde el aumento del salario a $15 la hora, la reforma policial para atacar el “racismo estructural” o la promoción de los derechos de las minorías, grupos LGBT y las mujeres.

En su respuesta al discurso, presentada por el senador republicano por Carolina del Sur Tim Scott, quedó claro que no será fácil para la Casa Blanca lograr apoyo para su agenda, que el senador calificó como “sueños socialistas”.

Scott recordó que fue la Operación Warp Speed adoptada por el gobierno de Trump la que permitió el desarrollo de las vacunas de cuya exitosa aplicación se ufana hoy Biden, pero no se refirió a esa “amenaza a la democracia” que destacó el presidente y que se produjo el 6 de enero en ese mismo edificio del Capitolio atacado por hordas de simpatizantes del entonces presidente Trump.

El que Scott, quien es afroestadounidense, declarara que EEUU no es un país racista, para contrarrestar los señalamientos de “racismo estructural” del que habló el presidente al recordar el caso de George Floyd, deja claro que los enfoques de ambos partidos están muy alejados el uno del otro.

El hecho es que el foco político se va a alejando cada vez más de la pandemia (como parece querer Biden) y entra en el terreno del pulso tradicional entre republicanos y demócratas a la hora de poner en práctica políticas públicas.

En general, Biden hizo un planteamiento en favor de un gobierno con más poder que es anatema para los republicanos, pero que en la crisis sanitaria global ha demostrado ser necesario en cierta medida para garantizar el beneficio colectivo.

Y en ese punto vendrá la discusión de los planes que propone al Congreso: desde los multimillonarios de Trabajos y Familias Estadounidenses (por un orden de $4 billones), hasta la reforma migratoria integral (de la que dijo estar dispuesto a negociar y avanzar por partes).

La aspiración de todos los gobiernos del mundo es dejar atrás los avatares de la pandemia, que ha hecho colapsar sus economías y generado gran malestar entre las poblaciones. El de Washington no es la excepción, con la ventaja que tiene sobre otros de que está vislumbrando luz al final del túnel gracias a un agresivo plan de vacunación.

Es común que, tras sus mensajes al Congreso, sean inaugurales -como este-, las anuales del Estado de la Unión o especiales para promocionar alguna iniciativa de ley, los presidentes salgan a la ruta a vender sus planes directamente al público estadounidense.

En esta ocasión, el recorrido que empezarán desde este jueves Biden y su segunda, Kamala Harris, es más notable porque se inscribe en esa proyección de normalidad que la Casa Blanca quiere empezar a instaurar entre la opinión pública camino al “Día de la Independencia (del coronavirus)” que procuran que coincida con el 4 de julio de este año, cuando, vacunación mediante, las familias puedan volver a reunirse en sus jardines para las tradicionales parrillas de la jornada.

En el caso de Biden es más notable aún, si tomamos en cuenta lo económico que ha sido con sus salidas de Washington, ahora que está en la presidencia, o de su casa en Delaware, durante la campaña, precisamente por causa del coronavirus.