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Opiniones

La rendición de cuenta, un compromiso ético


Por Dinorah García Romero

La rendición de cuenta es la síntesis de un proceso de análisis y de sistematización de acciones institucionales y nacionales concretas previamente planificadas. Es, también, una práctica reflexiva que refleja donde se ha puesto atención prioritaria para responder a necesidades sentidas de la población; y, especialmente, para posibilitar el desarrollo de la nación y de una sociedad más educada y consciente de sus responsabilidades y derechos.

Lo que está claro es que la rendición de cuenta no es un hecho fortuito ni un espacio para imaginar acciones o para idealizar tareas; tampoco constituye una oportunidad para afirmar proyectos personales o ideologías reivindicativas de proyectos organizacionales.

De hecho, en la República Dominicana la rendición de cuenta se ha convertido en una acción escasa y en un tema polémico, por la resistencia institucionalizada a responder con transparencia de los hechos que se realizan y de los recursos económicos que se gestionan.

En ocasiones diversas, la rendición de cuenta se convierte en una actividad distorsionadora de la realidad y en escenario para agigantar el YO y obviar de forma premeditada los problemas reales que afectan la visión, el estado emocional y la vida de los miembros de una institución o de una sociedad.

El debate sobre la rendición de cuenta en la República Dominicana se ha convertido en un tema cotidiano, especialmente en el mes de febrero. Pero no solo se debe focalizar la discusión en lo que pasa en febrero durante la intervención del Presidente ante los miembros de las Cámaras de Diputados y de Senadores.

Ha de repensarse en todos los órdenes y niveles para no continuar acentuando el déficit de educación y de responsabilidad en los ciudadanos y en las instituciones.

Admitimos que el primero que ha de dar ejemplo es el Presidente de la República, presentando una rendición de cuenta que responda de forma genuina a su significado y que no se constituya en un evento para concitar aplausos que, además de inoportunos, podrían parecer irracionales.

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Si la rendición es un compromiso ético, entonces está vinculada de forma sustancial a los derechos que tiene la ciudadanía a una información clara, completa y sin mediatizaciones. Los derechos ciudadanos no se pueden violentar; y esto se produce cada vez que en la rendición de cuenta de un simple ciudadano o de los representantes de los Poderes del Estado se utiliza la mentira y expresiones con la deliberada intención de mover la sensibilidad afectiva o ideológica.

La rendición de cuenta que se rige por principios éticos no puede instrumentalizar ni, mucho menos, banalizar la información. Es una falta grave convertir la rendición de cuenta en una plataforma para incrementar los círculos de influencias en la sociedad y en el partido político del cual se forma parte o se lidera. La rendición de cuenta requiere seguimiento sistemático por parte de la sociedad dominicana.

Las instituciones, especialmente las educativas han de aportar para que este proceso adquiera el carácter y el rigor que demanda. Se evidencia la necesidad de formación en esta dirección.

La rendición de cuenta implica un proceso de aprendizaje que inicia en las familias; pero este proceso de aprendizaje ha sido eliminado de la dinámica de un elevado número de familias. Hay madres y padres que ya ni se atreven a requerir la rendición de cuenta; sencillamente, les temen a los hijos y al proceso. En muchas instituciones dominicanas se visualiza lo mismo, por ello participamos de un elevado índice de corrupción y de impunidad.

Reiteramos que el currículo dominicano ha de focalizar los problemas que vive la sociedad para incidir en ellos directamente. En los centros educativos del ámbito preuniversitario, en las instituciones de educación superior, la rendición de cuenta ha de convertirse en una cultura. Los gestores de todos los Ministerios han de esforzarse más por una rendición de cuenta habitual. La transparencia, además de fortalecer el compromiso ético, crea confianza; y potencia el desarrollo humano y social.

La ética como ciencia y como criterio de la práctica personal, institucional y social constituye una urgencia en la sociedad dominicana. Ni las autoridades de la nación ni los ciudadanos pueden saltarse este valor. Prescindir de la ética es renunciar al desarrollo humano y social integral en la República Dominicana.

Los signos de deterioro progresivo y legitimado de este valor anuncian la profundización de la deshumanización y del estancamiento de la sociedad en general. Todos hemos de trabajar arduamente para revertir esta situación y construir un presente y un futuro humanizante y más justo. Cada acción ha de estar en correspondencia con este valor universal.