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Opiniones

Los inicios de Al-Qaeda

Prof. Raúl Mejía Santos, MA, es dominicano y reside en Puerto Rico
Prof. Raúl Mejía Santos, MA, es dominicano y reside en Puerto Rico

Por Raúl Mejía Santos

La invasión soviética de Afganistán en 1979 fue el marco histórico utilizado por extremistas mahometanos para organizar “La Base”, o Al-Qaeda, una organización cuyo único propósito seria financiar y ejecutar actos terroristas en occidente. Su líder fue un joven, hijo de un magnate contratista y aliado de la familia saudí que gobierna la península arábiga desde 1932.

De bajo perfil y tímido por naturaleza, Osama Bin Laden heredó una fortuna que rápido puso al servicio de quienes profesaban desprecio y rechazo por las políticas de manipulación e injerencia occidentales en el Medio Oriente. A temprana edad su fe musulmana sunita lo condujo hacia los principios del Wahabí, ideología radical promulgada por el reino saudí desde su fundación.

El Wahabí es una versión extremista del islam que promueve la lucha armada sin cuartel contra los infieles en todas partes del mundo, entiéndase aquel que no comulgue con la versión sunita de la fe. Sus principios doctrinarios no hacen distinción alguna entre no creyentes judeocristianos, por ejemplo, o musulmanes chiitas. Estos últimos son una minoría ideológica, también mahometana, reprimida en Arabia Saudita.

La enseñanza doctrinaria del Wahabismo comienza a temprana edad en el sistema educativo del reino, convirtiéndolo en tierra fértil para propagar el odio visceral contra occidente, incluyendo al vecino estado judío de Israel, aliado estratégico de Gran Bretaña y Estados Unidos en la región. Aunque el liderato político en ese país cuenta con el respaldo de occidente, es práctica común en el régimen del Rey Salman Bin Abdulaziz Al Saud las políticas del Wahabí.
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Desde la niñez los saudí son indoctrinados en la interpretación Wahabí del Islam sunita, una perversión dogmatica de la fe en contra de valores y estilos de vida ajenos al suyo. Con patrocinio estatal, allí nacen las células extremistas que se propagan por el mundo impartiendo el terror colectivo, incluyendo los 15 nacionales saudí que abordaron aviones comerciales en Boston y Washington, un 11 de setiembre de 2001.

De igual forma ha salido a relucir el financiamiento y vínculos entre allegados a la familia real y organizaciones terroristas musulmanas, entre ellas Al-Qaeda. En la geopolítica de Medio Oriente, Arabia Saudita juega un papel protagónico por sus grandes depósitos petroleros, fuente de energía por excelencia en la modernidad que vivimos. El mundo no se mueve sin petróleo y los saudís lo saben.

Ellos dominan un 35% del mercado mundial. Con una producción diaria de 12 millones de barriles crudos la petrolera más grande del mundo, Aramco Saudí, es una empresa estatal valorada en 10 trillones de dólares, cifra inigualable. Su producción petrolera no la supera nadie y forma una entramada corporativa que va desde los procesos de refinería en la costa de la península arábiga hasta la distribución marítima a todas partes del planeta en buques tanqueros de última generación.

Esos petrodólares y el Wahabí sunita promovido desde el reino saudí forman el coctel tóxico que engendra el terrorismo internacional. Le han declarado la guerra a occidente y seguirán sus intenciones de violentar la cotidianidad de nuestro mundo.

Con el Califato Islámico de Siria e Iraq, metamorfosis de Al-Qaeda, lo que se avecina es una lucha fratricida entre civilizaciones. La guerra santa entre la fe judeocristiana y el Islam ha comenzado.